miércoles, 4 de septiembre de 2013

El Gran Gatsby (2013) ¿Enamorado o delirante?

Retrato de una época de pretendido esplendor

Es la historia con escenas alegres, festivas y fastuosas. Todo el mundo parece vivir en la gloria y, sin embargo, es una de las historias más tristes que he conocido. Se juega todo el tiempo con la apariencia. Hay una frase paradójica de la golfista Jordan que dice: Me gustan las fiestas grandes. En las fiestas chicas no hay intimidad.


Gatsby fiesta Jordan
Es la mujer más intimidante que haya conocido


Aquí se disecciona una época exaltada que se arrastraba poco a poco, sin sospecharlo, hacia su propio precipicio. Aunque Jay Gatsby (interpretado de maravilla por Leonardo Di Caprio) perece antes, en 1922.

Gatsby fuegos artificiales
El futuro de los imperios de color

Entre el cine y la literatura ilustre


La adaptación de Francis Scott Fitzgerald da lugar a un cine híbrido, a mitad camino entre lo puramente cinematográfico y lo literario. A veces las imágenes hablan mejor que las palabras, y la voz en off, la mayor parte de las veces está de más. Puede reforzarlas porque le agrega un matiz que el espectador no sospecharía y ayuda a captar el espíritu tan personal de esta tragedia romántica con esas frases inolvidables que sólo podía proferir un escritor genial. Pero habría sido mejor que eso lo lograran las escenas, sin acotaciones.

Gatsby Tom Buchanan auto
Una fatalidad oportuna


El director quiso resaltar tanto su origen literario que Nick Carraway (Tobey Maguire), el narrador testigo de la novela, se transforma en su autor ficticio, a pedido de su médico para recuperarse del alcoholismo, y le da un rol más importante. Se convierte en juez. -Sentí mucho asco cuando volví de Nueva York. Sólo una persona estaba exenta de mi asco,  Gatsby, dice al principio.

Nick Carraway Gatsby
El asco de Nick


A veces las letras de bella caligrafía y coloridas, ocupan gran parte de la pantalla, y en un momento culminante, hasta se ve el fragmento tal como figuraría en un libro, en letras de imprenta propias de una vieja máquina de escribir. O si no, la hoja en blanco parece una invitación y se llena con imágenes en movimiento, con algunos de esos fantasmas del recuerdo.

Ambientación y uso del despliegue visual


La forma se impone sobre el contenido, y la deja a un lado, como mirando el despliegue de soslayo. Hay diálogos (muy teatrales). Algunos son duelos impecables, como el del Hotel Plaza, digno de un escenario, donde Jay es derrotado por las normas sociales, más poderosas que cualquier sentimiento.

Claro que es inevitable que la profundidad del pensamiento se vea obligada a cederle el lugar. No hay silencios, pausas, cierta palabra que sugiera... Todo es acelerado. Impresiona con rapidez, alocadamente. Hay que verla varias veces para poder entenderla mejor. A mi juicio, es una secuela de Moulin Rouge (2001) pero faltan los números musicales. Está el contexto, el estilo y hasta la historia remite al mismo tema.

Termina fatigando a quien no le interese demasiado la historia. Este director tiene una visión muy particular sobre la importancia de deslumbrar mediante el exceso. Y era una época de excesos. Apunta al lenguaje de las imágenes, por muchos desdeñable (en una era de preponderancia visual), con muchas connotaciones. Aprovecha el uso del color. Pero hay sentimientos e impresiones que se van desdibujando.
Un trasfondo artístico para un personaje emblemático

El blanco y negro inicial resalta el pasado, la técnica de la época. Aunque abusa un tanto del diseño gráfico, con el logotipo, el emblema que se inventó Gatsby para decorar su castillo, que le da un matiz publicitario inconveniente en la introducción. Lo suficiente como para arruinar todo el principio. A veces aparece el azulado, como sucede la primera vez que se aman.

Lo patético se luce a través de la niebla y la nieve. Y la banda sonora resalta los estilos musicales. Al ritmo del jazz con saxofón desde un balcón, un charlestón que se mezcla con otros estilos, y  la melodía triste, además de aparecer ritmos que no son de entonces, dejando un trasfondo musical. No puede evitar la reiteración y empalidece ante Moulin Rouge.

castillo Gatsby
Un mundo de fantasía 

Toman presencia premonitoria los automóviles, sobre todo el deportivo amarillo sin capot que Gatsby maneja desvergonzadamente, y eso después le jugará en contra más de lo que imagina. Son juguetes de ricos y un elocuente ejercicio de vanidad. Pasan por encima de todos, pisoteándolos. En ese entonces ya corrían con velocidad.

gatsby Di Caprio
Gatsby, el mentiroso

La ciudad con Manhattan y el puente de Queensboro constituyen el marco promisorio del sueño americano, deseo que remarca la aparición simbólica de un aeroplano rojo, que da volteretas por el cielo como una mariposa caprichosa y ebria.

Buscando el espíritu genuino y romántico


Otro elemento es la pasión por el sexo, con el apropiado acompañante del alcohol y el champán, las apuestas en el casino, y especular en acciones de la Bolsa. Pero fuera de la frenética obsesión por el dinero y el sexo, la historia pertenecía a un romanticismo genuino porque exalta los sentimientos, la sensibilidad y las pasiones por sobre todas las cosas.

Deja de lado la razón y se deja llevar por el corazón. De vez en cuando, aparece ese espíritu poco frecuente. Pero el espíritu de Scott Fitzgerald requiere de un guionista y realizador titánicos. Baz Luhrmann lo hizo a su manera, en forma de melodrama exagerado en las formas. La exageración y la repetición son típicas retóricas publicitarias. Hasta se notan ciertos slogans.

Y es aquí cuando empezamos a sentir que a la película le falta algo. El texto literario posee tanta riqueza, y puede abrir múltiples lecturas. La película corre el riesgo de convertirse en un mero triángulo amoroso de época entre ricos. 

Gatsby, Daisy, Di Caprio
La deliciosa pasión en el bosque del rey


La pobre niña rica y sus víctimas


En este caso, el relato trata sobre la obsesión enfermiza por una mujer deslumbrante, por todo lo que ella representa para Gatsby, idealizada hasta un delirio tal que se convierte en su móvil alienante. La destructiva Daisy (Carey Mulligan), “la linda niña boba”, que provocará, por accidente, la muerte de tres personas en un día trascendental y le dará un giro inesperado al destino de todos.

Su primera aparición no podía ser más sensual. En una lujosa habitación, el viento abre las puertas y las muselinas ondean con él, impidiendo ver que está recostada en el sofá, y después de lanzar un gemido placentero por disfrutar de esa especie de carpa protectora, la vemos por  primera vez. La cortina blanca la cubre como si fuese la preciada posesión de un jeque árabe en su serrallo.

Daisy, Gatsby
Una hermosa niña boba

No sólo atropella a Myrtle, la amante de su marido que ni siquiera conoce. Eso sucede porque Myrtle intenta detener el auto amarillo, creyendo que en él viaja su generoso amigo multimillonario Tom Buchanan, el marido de Daisy, con quien disfrutaba de fiestas orgiásticas en un departamento neoyorkino (a modo de un videoclip, casi). Muere desesperada y acorralada por la furia de su esposo Wilson.

Wilson Tom Gatsby
Wilson no sabe que está con el diablo


También destruye la vida de Wilson, un pobre hombre que la amaba y vivía por y para ella, trabajando duro en una gasolinera, que descubre de repente las perlas y los regalos malditos de Tom. Y sobre todo, destruirá a Gatsby, porque Wilson lo mata de espaldas antes de suicidarse, creyendo en las mentiras de Tom (en la novela Jay estaba acostado en una colchoneta en su piscina). Porque la que conducía el auto era Daisy, y Gatsby lo calla para protegerla. El pagará con su vida la culpa.

Gatsby Myrthle
Las muñecas de Tom

La fiesta de Tom


Tanto la cena en la primera visita de Nick a Daisy, y más aun la fiesta privada en el departamento de Tom, utilizan el recurso de las conversaciones  y planos salteados. En el primer caso, por carecer de importancia hasta que suena el teléfono blanco (símbolo de distinción), "el quinto invitado", la amante insistente de Tom. En cambio, la fiesta comienza con un desarrollo normal, hasta que, en un momento dado, los diálogos son inaudibles y se suceden diversas instancias entrecortadas. Como el delirio de una borrachera.

Se asemeja a los videos musicales, pero sin darle prioridad a la música, aunque hay un saxofonista negro tocando jazz afuera. Cada trozo sugiere algo: sexo, desenfreno, alcoholismo, mujeres fáciles, fotos voyeuristas, hasta que todo termina con una escena violenta. La bofetada de Tom a Myrthle y su llanto, mientras Nick se aleja, refugiándose en el balcón.

Tobey Maguire Gatsby
Esto es mejor que el Club de Yale.


Nick lo vive todo como si alucinara, enajenado, sin poder reconocerse a sí mismo. Hasta cree verse en la calle. No sabe si está adentro o afuera, acostumbrado a ser un espectador que no se anima a vivir. De ahí su futura neurosis.

Es un extraño para el mundo en que se ha inmiscuido. Y observa las numerosas ventanas, cada una con su pequeño mundo escondido. Es irónico el detalle de que Catherine, la hermana licenciosa de Myrthle, aparente felicidad y lo primero que haga sea ofrecerle a Nick pastillas para los nervios. El día en que matan a Myrthle cumple 30 años y para él comienza una década de soledad y fracaso. Un quiebre, un punto de inflexión que marcará su vida para siempre.

Acabo de recordar que hoy es mi cumpleaños.


La metamorfosis de un pobre diablo. Canibalismo.


Parece todo perfecto como en un cuento de hadas. Al igual que en Titanic, pero de forma verosímil, el pobre diablo se convierte en un caballero elegante, en un millonario que logró el dinero fácil aliándose con los gángsters y sus negocios turbios (recuerda a Pandillas de Nueva York y Los infiltrados). El canibalismo y la explotación racista son un tema recurrente.

En los años 30 aparecieron diversas películas que rodeaban al gángster de un halo romántico porque atacaba al sistema, oponiéndose a la supremacía de la plutocracia yanqui y defendiendo la necesidad de movilidad social de los inmigrantes y marginados. Esta intención después fue prohibida por la censura norteamericana.

Clubes selectos y clandestinos

Un hombre en el casino clandestino de la barbería se enorgullece de lucir en su muñeca una magnífica muela humana, como si fuese uno de sus gemelos. Y en el Valle de las Cenizas, el basurero de Nueva York, los negros trabajan como parias y acaece el accidente mortal bajo un cartel de enormes ojos, indicios de una mala conciencia, que vigila y condena la maldad con remordimientos. ¿Habrá ojos de Dios?

Gatsby Daisy Di Caprio
Los ojos de Dios en el Valle de la Fatalidad


Gatsby se vendería al diablo


Gatsby deseó ser como ellos: exitoso y sin escrúpulos. Ostenta una abundancia mayor que la de todos. Se la refriega por las narices y por resentimiento hacia quienes lo despreciaron y lo obligaban a vivir una vida miserable, como la de sus padres en el Medio Oeste. Se parece a cuando jugaba el papel de Howard Hughes, un magnate excéntrico hiperactivo en El Aviador de Scorsese.

Aprendió a ser falso, cortés y simpático con todo el mundo: comisarios, senadores, inversores, celebridades. Conoce el arte de la política hipócrita y de la manipulación. Disfruta porque se encuentra en la cúspide, disimula con ingenio su desdén hacia todos por conveniencia. 

Usufructa como ellos una anti-moral, porque entendió que utilizan la moral burguesa contra los demás sin cumplirla, sólo existe para desplazar rivales cuando algo se le descubre o una alianza se descalabra. Y se empeña en ocultar su origen. Le avergüenza, para todos y para él es un estigma intolerable. Por eso miente. Dice que su familia adinerada murió, que heredó todo como Tom, y que estudió en Oxford. Lo único creíble es su heroísmo en la guerra.

¿Qué decía la carta que recibe Daisy el día de su boda? ¿Qué la impactó tanto que no quería casarse y desparramó por el piso todas  las perlas al arrancarse el collar de lujo que le regaló Tom? (esa secuencia es excelente). El misterio se perderá para siempre. Sólo vemos las palabras The truth is... (La verdad es...). ¿Que era pobre y que se estaba volviendo rico por ella?

Gatsby piscina fiesta castillo
Si Gatsby no existe, ¿para qué todo esto?


Un rival carnicero


Tom, en cambio, nació rico. Aunque no se explique el origen de su fortuna, sin duda también inmoral. Habría que hurgar en su pasado. Nadie se hace rico de la nada. Oí decir en alguna parte que para hacer pan primero hay que hacer harina. ¿De dónde proviene tanta riqueza?

Sólo es un jugador de polo y un atleta. No necesita trabajar, heredó su fortuna. Perverso, más vivo que el propio Gatsby. Su historia ancestral lo vuelve más hábil, más perspicaz. Descubre la obsesión de Gatsby y la vulnerabilidad de sus mentiras, y encuentra la oportunidad para destruirlo, ayudado por la fatalidad. La mayoría lo detesta.

Gatsby rival Tom
Tom siente los latigazos del pánico.
Es hombre quien domina su vida.


La admiración y la confusión de Daisy


Daisy al principio se siente halagada y orgullosa de él. No puede creer que ese hombre se haya transformado en lo que es por ella, y admira su capacidad, tesón y fabulosa imaginación, pero con el tiempo ese sueño loco empieza a asustarla y hace que él empiece a presionarla y termina aterrorizada. Le teme a su marido, al escándalo, y a los negocios que tiene con el hampa junto a sus estafas.

El baile revelador
Cuando Daisy le declara en forma figurada su amor a Gatsby frente a Tom (Siempre eres tan elegante. Como el hombre del aviso de Times Square. El hombre de las camisas elegantes), después de que aquél levanta el encendedor del piso caído por su nerviosismo, y con caballerosidad exquisita le enciende su cigarrillo con boquilla, Tom apaga su cigarro lleno de cenizas en el cenicero con furia. Ese doble juego entre llamas que se encienden y apagan merecía un silencio. Así habría sido magnífico, sin acotaciones en off. 

Ejercicio de degradación para un jugador de polo


Sumisa, incapaz de tomar decisiones. Acostumbrada a obedecer y a vivir como una muñeca en un mundo palaciego y dentro de una burbuja, alejada de lo común y lo vulgar. Indolente y cobarde, resignada a aceptar lo que decidan por ella con tal de tener todo servido en bandeja de plata.

Un amor irracional


Ella no ama a Gatsby como él la ama. ¿La ama? ¿Cuál es el límite entre el amor y la ilusión? Nadie podría en este mundo llegar a tal desmesura. Ni tampoco es razonable. Nadie vale tanto. Esa mujer es el centro y el eje de todo su mundo y no se lo merece. Daisy se da cuenta, y eso se convierte en una carga insoportable contra ella misma. Tendría que dejarlo todo. En un momento lo desea, pero titubeante, por las infidelidades y el desamor de su marido.

Las cartas sobre la mesa del Hotel Plaza
Está despechada, y recuerda un hipnótico episodio del pasado y las innumerables cartas de amor. Ese encuentro prohibido, donde pierde su inocencia, cuando él era un oficial hacía unos años. Y al enamorarse, Gatsby supo que perdería la libertad de su destino, que sería su prisionero para siempre. Pero cuando las cosas dejan de convenir, los sentimientos se reprimen, y retroceden porque hay demasiado para perder. Y en todo caso, otro puede en el futuro ocupar el lugar de Gatsby.

La fugacidad y la luz


Ella sabe que es imposible volver al pasado. Todos se lo advierten a Gatsby. Pero Gatsby se cree hasta capaz de burlar las leyes de la vida. Hasta parece querer comprarse al mundo.  Ella se vuelve escéptica, ya no cree en los imperios de color. Lo brillante se desvanece con rapidez y no vuelve jamás- dice. Ya descubrió que nada dura para siempre.

En contraste con los peligrosos imperios de color en que piensa su marido, que sólo observa el aspecto político, de retener el poder y los privilegios, con una visión más dura, despojada de colores rosados y emotivos, llena de racismo.


Gatsby castillo
El castillo y su colección de objetos encantados


Gatsby se empecina en buscar la luz. Es un delirio de grandeza, de megalomanía. Todas sus frases rematan con la palabra Campeón, palabra que Tom detesta y considera rimbombante. Sigue las luces como el destello verde que le da esperanza de forma intermitente desde el muelle de la mansión de Daisy.

Colma a su castillo encantado, con entrada de rejas normandas, de luces (la reja luce la leyenda "Hasta el fin fiel", en latín), y fuegos artificiales y espectaculares. Parece un parque de diversiones. Admira el cielo de la noche, lleno de galaxias profusas y las estrellas fugaces lo circundan.


La añorada luz verde

 Un desafío imposible y capitalista. La bahía y la luz verde.


Su romance es una empresa napoleónica, pero para hacer el amor y no la guerra, obligado a usar una combinación de caracteres de Al Capone y de Rockefeller. Me recuerda en muchos aspectos a El ciudadano Kane de Welles. Hasta se emplaza en el campo de batalla, justo enfrente de la mansión de Tom, separados por la bahía entre las penínsulas de West Egg (para los ricos de abolengo) y la de East Egg (para los arribistas), recelosos entre sí. ¿Egg (en inglés, huevo) se referirá a los huevos de oro?

La mansión de los respetables


Dos lugares ficticios de Long Island enfrentados. Las fiestas son como cañonazos que advierten sobre su inminente presencia, como cuando irrumpe el viento al abrirse las puertas de la sala, después de que su amiga Jordan lo menciona por primera vez.

Me encantan esos travellings que atraviesan la bahía por sobre los veleros y que remarcan dos mundos diferentes. El Hotel Plaza y el Valle de las Cenizas serán su Moscú y su Waterloo, y su castillo, ahora solitario, y que devino en prisión mortal, la isla de Santa Helena. Y es porque la clase social de Daisy se niega a reconocerlo. Es un círculo cerrado y él es diferente. Su dinero tiene otro origen.

La pérdida de un sueño


Si Wilson no lo hubiese matado, ¿habría tomado él mismo esa determinación? Sin Daisy sólo quedaría una colección insoportable de objetos sin sentido con su corazón vacío, como sucedía con Kane después de que su mujer lo abandonara en Xanadu. En la novela, Jay, se da cuenta antes de ser asesinado de que no volverá a ver a Daisy. De que esperó demasiado. 

El lado claro y oscuro de Gatsby


Nick comparte secretos. Su vida es tediosa y gana poco. Llama la atención su intensa expresividad en el rostro, a tono con lo que sucede. El intenso amor entre Gatsby y Daisy le conmueve. Proyecta en él lo que querría vivir y atreverse a ser. Por eso no soporta el final de la historia, lleno de atrocidad.

¿Es Gatsby un ser admirable? Es como preguntar si Napoleón fue un héroe o un demonio, en tanto que nos provoca igual admiración. Gatsby se ha manchado las manos con barro y con sangre.

Pero Gatsby atesora un sueño incorrupto, el del amor imperecedero, mito en el que nadie cree. Eso hace que, a pesar de todo, haya algo inocente en él, que nos conmueve y nos despierta simpatía. Ese invencible optimismo, en realidad frágil porque fue demasiado lejos.

Ahora pueden desmoronarlo las mentiras, un acceso de ira o un balazo por la espalda. Tiene carisma. Cuando Nick lo conoce piensa: -Me miró con esa mirada que sólo ves cuatro o cinco veces en tu vida, de ésas que te quieren y creen en ti cómo quieres que te quieran y crean en ti.


El anfitrión que te entiende

Daisy lo pone nervioso, se vuelve casi un niño, pero igual acomete, atiborrando la habitación con flores. Porque lo que caracteriza al film es la exacerbación, se opone a la economía, a contar usando poco. Concretó el sueño del chico pobre. Poder ir a la cama con una hermosa princesa rica, en realidad también pobre pero en el otro sentido de la palabra. El de ser una mujer desdichada y de padecer también la condición humana con los imperativos de una mujer de esa clase social entonces.

Falta demasiado poco para las 4:00


Contra el mundo


Al fin y al cabo, no es más que eso. Plantearse lo imposible, lo que no parece racional. Rechazar lo que las pautas sociales dicen que no es para ti y ganar el desafío igual. Ir contra el mundo hasta que te aplaste. Perderle el respeto, por eso no importan los escrúpulos. Porque desprecia a la alta sociedad, y la muestra corrupta. Pero se cree mejor que ella porque ha ganado la partida. Igual pudo ponerse a la par.

Lo destruyó su ambición desmedida, la perseverancia frenética por un sueño, la necesidad de magnificar la imagen de sí mismo para creer y hacérselo creer a todos y así lograr sus metas, olvidando de paso lo que duele.

Creyó demasiado en una mujer que vivía en las antípodas de su mundo original. Fue su primera y portentosa victoria. Quedó fascinado por la intensa calidez que fluía de ella, y se enamoró perdidamente, de ella y de su mundo, dejándose llevar. Cuando se detiene y mira al cielo antes de besarla para poseerla al fin, la película adquiere un tinte sublime y conmovedor.

Visiones de grandeza
Ya no jugueteo como la mente de Dios

Una contundente crítica social llena de desencanto


Cuando la obra fue publicada, no tuvo éxito. Era difícil de digerir en una época optimista y auto-complaciente. Empezó a ser rescatada en la posguerra. Después de la Gran Depresión y la conflagración, todo adquirió una óptica distinta.



Es una crítica social que se adelantó a los hechos, prácticamente un presagio. La consabida lucha y desesperación por barrer las desigualdades sociales y la rigidez de sus normas, y hacerlo mejor que ellos, por acabar en solitario con un padecimiento personal, el de la miseria y el desamparo, para poder gritárselo a los cuatro vientos a una metrópolis entera, la más importante del mundo.

Aunque haya críticas descalificadoras sobre el film, es muy superior al trabajo que hiciera Robert Redford junto a Mia Farrow, dirigidos por Clayton en 1974. Pero siempre los supera su fuente, el libro que Scott Fitzgerald publicó en 1925.
Versión anterior. No resultó exitosa.
Redford y Farrow.
Sobresalen sus reflexiones, su agudeza y el contexto que recrea.  En el libro, en el funeral Nick conoce al padre de Gatsby, la única persona que va, que cumple su último deseo y le muestra a Nick un diario de Jay de su adolescencia, que ya denotaba su precoz y particular personalidad.

También aparece el último encuentro de Nick con su ex novia Jordan, que no acepta que defienda a Gatsby (un mal chofer se lleva bien con otro mal chofer, le dice) y lo deja por otro hombre. Meses después, Nick encuentra a Tom en una joyería, donde éste le miente.

Alega que Wilson fue a su casa antes, para matar a Daisy, y confiesa haber llorado amargamente la suerte de Myrthle al ver la lata de galletas comprada para la mascota que le había regalado. Hubiera enriquecido la historia contar con esas secuencias. El final no habría sido tan seco y abrupto.

La niebla no permite ver la luz verde

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